MI PETICIÓN PARA EL NIÑITO DIOS
POR JUAN RAMÓN ÁLVAREZ
Los Ángeles 21 de diciembre del 2015. Anoche acompañé a mi hijo y a mis nietos a una tienda departamental, a Target para ser exactos. Ya una vez ahí los niños se dirigieron como con piloto automático al departamento de juguetes.
Maximiliano el mayor (nueve años) con mucha diplomacia me comunicó que él quería equis juguete y que Santiago su hermano (cinco años) quería otro parecido y me mostró los dos.
Pero la forma en que me lo comunicó me llamó la atención pues me enfatizó “mira, esto es lo que le vamos a pedir al Niñito Dios para que nos lo deje contigo.” Luego agregó “yo escribo las cartas y tú las pones en un plato ahí afuera de tu puerta.”
Aproveché su aplomo y le pregunté “¿y qué sería bueno que tu hermana (21 meses) le pida al Niñito Dios?” Me contestó mostrándome un juguete para la niña. Sin ningún problema concluí que cuando menos Maximiliano, definitivamente sabe lo que quiere que Jesús le regale.
Estando con esos filósofos y por lo tanto afectado por ellos, me llegó la pregunta “¿y tú que le vas a encargar al Niñito Dios?” No supe la respuesta cuando menos no inmediatamente.
Llegamos al estacionamiento y ellos se fueron a su casa. Este servidor regresó a la misma tienda pues ahí adentro hay un café Starbucks. Mientras saboreaba un “vanilla late,” seguí pensando en mi pregunta sobre que pedirle a Jesús.
Estuve recordando tanta vez que la Navidad fue motivo de mucho regocijo al recibir juguetes cuando era niño claro en Mezcala. Como resultado de eso, no supe por qué ni cómo pero se me salieron las de San Pedro es decir las lágrimas.
“Y hoy ¿qué quieres?” Me dije. Repetí la misma pregunta pero no encontré respuesta. No pude pensar en algo utilitario y sólo le pedí “Señor enséñame a hacer tu voluntad.”
Me terminé mi café y me fui caminando hasta mi casa que dista cinco cuadras. Llovía y estaba frio (16 grados Celsius). En el camino pensé en mi extraña petición que carecía de materialismo. Luego me llegó otra pregunta “¿ese desdén por lo tangible será el precio de avanzar en edad?”
“Para nada,” me dijo una voz que no supe de dónde venía “ese no es pago, es precisamente el regalo que ya se te dio.”