REGALO DE NAVIDAD
POR JUAN RAMÓN ÁLVAREZ
Los Ángeles 21 de diciembre del presente. Anoche platicando con mis nietos Maximiliano y Santiago, los hijos de mi hijo, sobre sus peticiones al Niñito Dios, me preguntaron sobre lo que su abuelo le encargaba al mismo Ser en sus años de infancia y claro, en Mezcala.
Les contesté diciéndoles que este servidor durante su niñez, escribía sus deseos en un pequeño papel para después depositarlo en un plato y justo como ellos lo hacen. Luego les narré como rigurosamente mi juguete aparecía justo el 25 de diciembre precisamente sobre aquel mismo recipiente. Para mis nietos, la práctica de escribir y poner sus esperanzas de juguetes en un plato, es algo muy común. Es decir obviamente eso les enseñó su padre.
Después de que los pequeños se retiraron a su casa, estuve pensando en lo anterior es decir en la petición escrita y dirigida al Niñito Dios y depositada en una vasija. Concluí que no tengo idea de dónde nos viene a los alteños esa conducta y mis padres ya no están en este mundo para preguntarles.
El caso es que de pronto me di cuenta en lo hermoso del simbolismo de la propia costumbre: 1) petición escrita y dirigida al futuro mesías, 2) la misma petitoria puesta en un recipiente usado justamente para alimentos y 3) la inexorable aparición a la mañana siguiente, del juguete sobre el mismo plato.
El párrafo anterior me llevó a explorar un poco en mis pensamientos y luego concluir en que el cristianismo es ciertamente un regalo para la humanidad. (Lo mismo opino del resto de las religiones pero este escrito se trata de la Navidad).
La llegada del cristianismo por estas fechas pero ya hace más de dos mil años, cambió en forma radical la mente del humano y esa influencia en la conducta de los hombres y las mujeres ha sido generalmente hablando, una fuente muy importante como razón de vida.
Los filósofos dirían que precisamente lo teleológico (el propósito de la existencia) en una gran parte del planeta, se debe indispensablemente a la religión que sigue a Cristo y dudo mucho que los antropólogos y sociólogos contemporáneos, pudieran desmentirlos.
Me imagino a los judíos, a esos seres humanos que hace más de dos milenios con ahínco hicieron sus peticiones a Dios para que les mandara un ser que les cambiara la existencia.
Quizá los mismos hombres y mujeres hacían sus súplicas mientras compartían sus sagrados alimentos e incluso alguien escribió su petitoria para luego depositarla en el recipiente que había contenido su comida. Quizá de ahí nos viene a los alteños vía los judíos españoles, la hermosa costumbre de expresar nuestros deseos y depositarlos en el recipiente de cocina.
Pero volviendo a la aparición del cristianismo, en seguida de llegar Jesús a este mundo, se inició una nueva era que incluso cambió el concepto humano del tiempo (ahora se dice “antes y después de Cristo”) ya no se diga el propósito de la existencia repito, la teleología de la que hablan los filósofos.
En conclusión, sea cual fuere el origen de la tradición mencionada (petición escrita, depositada en un plato y llegada del juguete) el hecho es que es un hermoso y efectivo procedimiento alteño para que los niños reciban sus obsequios, además de hacerme pensar que en sí la Navidad, es decir el cristianismo, es nada menos que un regalo para la humanidad.
Amigo lector si usted no concuerda con la opinión de este servidor, yo quiero conocer la suya, gracias.