SER MUJER… Y NO MORIR EN EL INTENTO
Por Elba Gómez
Una tenue claridad que indica que pronto será de día se filtra a través del tragaluz de la edificación, las paredes altas y oscuras comienzan a tornarse grises, el frío de la madrugada arrecia, siluetas encorvadas se dejan caer pesadamente, empiezan a acallarse los lamentos, gritos y sollozos que durante toda la noche taladraron en los oídos de Yesenia, que angustiada, no atina a identificar en qué lugar se encuentra.
Perturbada, la muchacha advierte una sensación generalizada de dolor en todo su cuerpo que se acentúa en la parte izquierda de la cabeza, y sed, una terrible y desesperante sed, incesante nausea, convulsiones, sudoración extrema, luego escalofríos. Hay también un líquido viscoso y amargo en su boca que intensifica la agobiante sed. Yesenia reconoce esa condición tantas veces transitada por ella a lo largo de diez años, el síndrome de abstinencia comenzaba en ese momento. Ahora agravado por la pérdida de memoria y la desorientación que no le permiten identificar el lugar donde se encuentra… una celda en la galera femenil de la cárcel municipal de Tepatitlán.
La noche anterior la muchacha fue detenida y sometida por seis oficiales de policía que en peligrosa persecución por las calles de Tepa lograron darle alcance y así salvar de una muerte segura al hijo de ésta y a ella misma, cuando en completo estado de ebriedad y después de haberse liado a golpes con el padre de su hijo, tomó el automóvil de éste, arrastró hasta el asiento frontal del pasajero a Christopher de Jesús y arrancó el auto a gran velocidad y con toda intencionalidad no encendió las luces para que así, según ella “se acabara todo”
Huérfana de padre desde los seis años, Yesenia es arrancada abruptamente del lugar donde vivía, una comunidad en la periferia de la ciudad, al contraer nuevas nupcias su madre, ella, sus cinco hermanos, su madre y su padrastro se instalaron en una colonia de clase media baja de la cabecera municipal de Tepatitlán justo cuando la niña cumplía ocho años. Los problemas de adaptación a su nueva vida fueron creciendo en el seno familiar, serias dificultades que no pudieron ser salvadas a pesar de la llegada de los nuevos hermanitos acongojaron a los seis huérfanos, golpes y malos tratos eran el pan de cada día para Yesenia y sus hermanos.
Llegó la adolescencia y con ella se agudizaron los conflictos en casa de Yesenia quien se refugiaba con sus compañeros de secundaria; y a los escasos trece años, justo el día del aniversario luctuoso de su padre se reunió con ellos, consiguieron una buena dotación de cerveza y tequila, partieron rumbo al cementerio municipal y ahí, frente a la tumba de su progenitor, entre llantos y rezos la adolescente se puso la primer gran borrachera de su vida… esa misma noche tendría también, el primer intento de suicidio.
A los quince años le sorprendió la noticia de un embarazo, ni esperado ni planeado, tuvo que aguantar severas golpizas por parte de la madre y de sus hermanos mayores y por supuesto dejar la escuela y buscar un trabajo para solventar los gastos de la criatura. Con embarazo de alto riesgo, con problemas de anemia y el excesivo consumo de cigarrillos aunado a su condición de primigesta adolescente, el parto se adelantó con los problemas de salud que ello conllevó tanto para la madre como para el hijo.
Con dieciséis años, un hijo y sin un centavo, se vio obligada a volver a la casa materna, donde sábado a sábado ella y sus hermanos se alcoholizaban, escandalizando al vecindario…comenzando formalmente así, la carrera alcohólica de Yesenia y las idas y vueltas tanto al hospital como a los separos de la cárcel municipal, que por extraño que parezca, no han afectado grandemente su condición laboral pues trabaja en el mismo lugar desde hace seis años, un expendio de comida donde devenga un sueldo raquítico, donde tampoco tiene ninguna prestación laboral.
Actualmente vive con su hijo en un departamento de una sola recámara donde recibe esporádicamente la visita de Ricky el padre de su hijo, a sus escasos 23 años se dice cansada de la vida y convencida que su condición de mujer la predestina al sufrimiento…”¿edá? porque uno ya se chingó, ya nació uno mujer” suele decir a modo de disculpa cuando se siente descubierta bebiendo cerveza.
No ha habido, a lo largo de los diez años ninguna institución que se haya encargado de darle terapia básica, mucho menos integral, no hay conciencia de su parte de que ha sido una mujer abusada en todos los aspectos, tampoco existe la posibilidad que por voluntad propia busque ayuda profesional.
Quizá no haya futuro mejor para Yesenia, por lo menos no mientras viva en esta ciudad, la descomposición social que se presenta en Tepatitlán hace de este caso uno de miles, no hay quien se interese si una, diez o diez mil mujeres en el municipio están pasando por una situación parecida. No hay compasión por el semejante, ni compromiso de ningún sector para implementar programas que prevengan y en su caso controlen y erradiquen con verdadero compromiso los males que aquejan a nuestra sociedad.
Este es sólo un leve bosquejo de lo que representa para Yesenia y para otras muchas, el estigma de ser mujer… y no morir en el intento.