… VIERNES DE CUARESMA
Por Elba Gómez
Es viernes y como todos los viernes Martha se levanta temprano, desde la noche anterior programa su desvencijado teléfono celular para que a las 05:00 horas despierte a ella y a su marido al compás de una estruendosa pieza musical interpretada por su admirada Jenni Rivera. Eso indica que comienza su día laboral. Ella trabaja fuera de casa también, para ayudar con los gastos de la casa a su esposo que se desempeña como albañil. La economía familiar cada día es más difícil.
Con toda prisa Martha hace la limpieza de la casa, luego prepara el desayuno mientras alzando la voz intenta, y logra sacar de la cama a sus cuatro hijos varones, quienes cohabitan apilados en un diminuto cuarto donde suben y bajan de las literas buscando sus respectivos teléfonos celulares, los muchachos de nueve, once y catorce años los mayores corretean por el estrecho pasillo que lleva al único baño que tiene la vivienda, y que por lo general no cuenta con agua corriente. Los cuatro van a la escuela.
Complementa la familia de Martha su hija Joanna, con apenas diez y seis años de edad y cinco meses de embarazo, sin el apoyo del padre de su hijo, Joanna sigue viviendo en el hogar paterno y ocupando el mismo lugar para dormir que le fue asignado desde los ocho años; el sillón de la sala, el que está frente al televisor de pantalla plana que su padre compró en abonos en una tienda de conveniencia. Joanna dejó la escuela hace dos meses.
Familias como la de Martha hay millones en el territorio mexicano, con problemas económicos que afectan directamente a sus miembros, sólo que a esta familia le es más difícil la situación por vivir en la ciudad que viven, en Tepatitlán Jalisco donde según cifras que presentó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) clasificó a Tepatitlán en primer lugar en variaciones extremas dentro del índice nacional de precios al consumidor. Es decir, Tepa tiene la variación más alta del país con 0.83 % en sus precios.
En los dos primeros meses del año del 2014 Tepa fue considerada la ciudad donde es más caro vivir, no sólo el INEGI lo afirma sino que la Procuraduría Federal del Consumidor aportó datos donde da cuenta de este estudio. La disparidad que hay entre el tener que vivir y pagar por vivir en la ciudad donde cuesta más todo y la apatía de los sectores que pudiendo hacer algo por revertir la situación se quedan con los brazos cruzados es indignante.
Martha no sabe de cifras, no entiende cómo y para qué se hacen estos estudios, lo que si entiende es que debe ser agradecida con Dios por estas necesidades económicas, su entendimiento en materia de finanzas sólo le alcanza este día para hacer cuentas si con lo que le sobre después de pagar la renta saldrá la semana… y además es viernes… y viernes de cuaresma. Hace tiempo que tiene el deseo de elaborar para su familia un menú cuaresmal como lo ha visto en la televisión.
Después de mandar hijos a la escuela, marido al trabajo y dejarle a la hija su licuado con huevos, Martha se dirige al billar donde se encuentra el propietario de la casa que habita con su familia, le paga la renta mensual que importa una semana completa del salario de su cónyuge, luego aborda el transporte público para ir a trabajar, es empleada doméstica, aunque los viernes los dedica a planchar ropa ajena y es el día en que recibe más dinero pues acude a tres domicilios diferentes, uno en la mañana, dos en la tarde. El producto íntegro del trabajo de Martha es empleado para la alimentación de la familia.
Transcurre la mañana, mientras las prendas planchadas formaban una hilera casi interminable, la mujer hace planes de cocinar esa deliciosa comida de cuaresma con lo que le paguen al terminar de planchar. Echando a volar la imaginación elabora un menú tras otro y así, uno tras otro desecha por incosteable. Pensar por un momento en deleitar a su familia con unos camarones a la diabla le costaría dos días de trabajo, unos filetes de tilapia rosa empanizados con ensalada rusa pues no, sale caro, considerar hacer capirotada tampoco, luego qué haría para pagar el abono a Elektra que es el equivalente a una semana de sueldo de Rubén su marido o a dos de ella.
Son las once de la mañana, queda lista la última prenda, Martha guarda los utensilios de trabajo y se presenta ante su empleadora esperando recibir su remuneración monetaria que le ayudarán a solventar las necesidades alimenticias de su prole, sin embargo, la noticia de que la contratante no tiene liquidez hacen que la trabajadora vea irse por los suelos sus planes de agasajar a su familia con platillos tradicionales de cuaresma.
Sólo cuenta con $90.00 y tiene que alimentar a siete personas, práctica como toda mujer, decide el menú ajustándose al limitado presupuesto, para no gastar en camión decide caminar las doce cuadras que la separan de su casa y comprar en la tienda de la esquina lo necesario para la comida familiar. En el camino compra en una tortillería dos kilos de tortillas, luego al llegar a la tienda pide cuatro vasos de sopa Maruchan de camarón para los hijos, una lata de atún para Joanna, una lata de sardina para ella y para su marido y un refresco de cola de dos litros, de esos que dicen: “Big Cola” que solamente cuestan diez pesos.
Tranquila por cumplir los preceptos de ayuno y abstinencia que marcan los lineamientos de todo practicante de la religión católica, Martha se siente satisfecha, la vigilia impuesta y respetada cobra este día en la mujer, el sentido de pertenencia a un grupo al que se accede según ella, por medio de sacrificios de índole económica y por lo tanto son acreedores para pasar directamente al cielo una vez que pasen a mejor vida.
¿Será Tepatitlán el lugar adecuado para que Martha y demás personas con su entendimiento expíen sus culpas? ¿Y si todos somos Martha?